martes, 8 de octubre de 2013

Ojo de Nube.

Cabello largo necesita piedras transparentes contra los maleficios, Perro Rastreador, madera para fabricar arcos, Cuervo Blanco, tierra y agua... Todos en la tribu, leyendas para pasar la noche, sin embargo aquel que parecía tener menos que aportar será el único capaz de burlar a los "MALACOSA"

Hoy hemos empezado el proyecto de los Indios en el Primer Ciclo de Educación Primaria. La elección del tema del proyecto ha sido a través del cuento "Ojo de Nube".

La novela ganadora del premio el Barco de Vapor 2006, escrita por Ricardo Gómez, es un canto a la naturaleza, al valor de la palabra dada y a la superación personal.



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  1. Ojo de Nube
    Capítulo 1

    1: CAZADOR SILENCIOSO
    Al sentir los primeros dolores del parto, Abeto Floreciente dejó en el suelo la bolsa en que recogía moras silvestres y avisó a su madre:
    –Madre, ya llega…
    Luz Dorada la sostuvo por la cintura y caminó con ella hacia un claro del bosque. Otras dos mujeres dejaron la recolección y las acompañaron, mientras una tercera se dirigió al poblado a buscar lo necesario para atender a la madre y al recién nacido.
    En cuclillas, con los brazos apoyados en los hombros de dos mujeres, Abeto Floreciente dio a luz un niño. Según la costumbre, la abuela ayudó en el parto, cortó con sus dientes el cordón umbilical y lo anudó cerca de la tripa del recién nacido. Luego, le introdujo un dedo en la boca para limpiar su garganta.
    El niño tosió y su pequeño pecho comenzó a moverse rítmicamente. Las mujeres esperaron el berrido acostumbrado, pero el recién nacido no lloró.
    Tampoco lloró cuando poco después la abuela se acercó con él al borde del río y lo sumergió en el agua helada. Mientras lo lavaba, Luz Dorada contó los dedos de sus manitas cerradas y de sus diminutos pies. Observó con detalle su cuerpo, lo encontró completo y proporcionado y dio gracias al Gran Espíritu por haber bendecido a su familia con un niño sano y fuerte.
    Las mujeres tumbaron a Abeto Floreciente sobre la estera, para que descansase, y le dieron de beber zumo en un cuenco. Poco después, la abuela subió donde estaba su hija y le tendió el niño, envuelto en una manta:
    –Es un niño precioso. No ha llorado al sumergirlo en el agua. Será un valiente cazador. Le llamaremos Cazador Silencioso.
    Poco después de que el sol se pusiese sobre las montañas, las cinco mujeres emprendieron viaje hasta el poblado. Luz Dorada llevaba a su nieto en brazos y ya entonces tuvo la sensación de que la ausencia de llanto no era un buen presagio. Arco Certero regresó de su jornada de caza cuando se habían encendido las primeras estrellas. Pronto tuvo noticias de que era padre por tercera vez y recibió las felicitaciones de todos los hombres del poblado porque el recién nacido fuese varón. Entró en su tipi, pasó la mano por la frente sudorosa de su mujer y destapó al niño para comprobar si parecía sano y fuerte.
    La madre le anunció:
    –Se llamará Cazador Silencioso. No ha llorado cuando abrieron su boca, ni tampoco cuando lo lavaron en el río.
    Arco Certero sonrió. Le pareció un buen nombre, ese de Cazador Silencioso. Pensó que dentro de unos años, ese niño se haría un chico y después un adulto, y les acompañaría a él y a otros hombres en las partidas de caza. Observó sus puños y sus ojos cerrados y pensó que eran signos de firmeza.
    El padre estaba orgulloso al pensar que su hijo crecería enérgico y fuerte y sería el orgullo de la familia.
    Pero a medida que pasaban las horas crecía la inquietud de la abuela Luz Dorada, a quien no gustaba que su nieto fuese tan callado. Estuvo atenta la primera noche, pero el recién nacido no soltó un solo gemido. Tampoco lo hizo el siguiente día, ni la segunda noche de su vida. Por eso, a la madrugada del tercer día fue al tipi de su hija y dijo:
    –Está muy silenciosa tu casa.
    –No te preocupes, madre. El niño está sano. Se agarra al pezón con fuerza y su tripa funciona bien, como puedes comprobar.
    Luz Dorada vio cómo el niño chupaba de la teta de su madre, con los puños bien cerrados. Era cierto que parecía un muchacho muy fuerte.
    Pero eso no la tranquilizó.
    separa-

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